(En "GEOGRAFIA DE ENTRE RIOS", Profesora Magdalena Pandiani de Chemín, MC Ediciones. Paraná. Entre Ríos. 1998, paginas 116 y 117)
En esos casi 2.000 km. de Paraná "argentino" se ven cambiar sus aguas, de rápidas, turbulentas, claras, corriendo entre remolinos y restingas de piedra mora, a lentas, marrones luego de su confluencia con el Paraguay, corriendo entre bancos e islas de arena y barro.Estrecho y encajonado entre altas y empinadas barrancas de basalto cubiertas de frondosa vegetación tropical en Misiones, se resuelve luego en un cauce principal a veces ancho como un pequeño mar bordeado de inmensas extensiones de islas gredosas cubiertas de sauces, alisos, ceibos, timbúes, formadas por sus innúmeros cauces secundarios, riachos, arroyos, lagunas, esteros, bañados y madrejones.
En largas horas de solitarias remadas, prolongadas durante días y semanas, uno va impregnándose en el paisaje y llenándose de significados, que a veces la veloz y ruidosa vida moderna nos hace pasar desapercibidos.
De esa forma me fui encontrando con varios Paraná.
Así, navegué por un Paraná histórico…el de las misiones jesuíticas, allí en su alto curso, el de la Guerra de la Triple Alianza en Paso de la Patria e Isla del Cerrito; el de los españoles de la conquista, fundadores de ciudades, en Cayastá, Hernandarias, puerto Gaboto, el de los desaparecidos aborígenes, sólo presentes en la poca toponimia guaraní que aún existe en las cartas de navegación; el de las luchas de la Independencia, en Bajada Grande, San Lorenzo y Rosario; el de la defensa de la soberanía ante el agresor anglo – francés, con su flota detenida por las cadenas de la Vuelta de Obligado, entre Ramallo y San Pedro; el de la Organización Nacional, cuando pasamos bajo la barranca de Punta Gorda, apenas sobrepasado el puerto de Diamante.
Navegué también por un Paraná literario, encontrándome con Horacio Quiroga en San Ignacio, Isla del Toro, Punta Victoria, El Yabebirí, el Teyúcuaré; con Anaconda y su sabiduría hidrográfica de vieja boa acuática intentando cortar el Paraná con una barrera de camalotes aportados por el Paraguay y su Gran Pantanal matogrosense, durante una gran creciente para impedir que la civilización siguiera subiendo por el río y terminando con la selva; con Velmiro Ayala Gauna, en la costa correntina, con Julio Migno, Diego Oxley, Mateo Booz, Luis Gudiño Kramer, en la costa santafesina y sus maravillosos humedales; con Juan L. Ortiz, Guillermo Saraví, Marcelino Román Adolfo Golz, Polo Martínez, Julio Méndez, Chacho Muller, Gaspar Benavento, en la costa entrerriana con su alta barranca, su gran cauce, y el enjambre de islas a partir de Diamante; con Marcos Sastre, Fray Mocho, Enrique Wernicke; Lobodón Garra, y la tragedia de Leopoldo Lugones en el delta.
Navegué por un Paraná "económico", presentido ya en la confluencia del Iguazú, donde se juntan tres naciones, sabiendo que unos 20 Km. aguas arriba, el Paraná entero pasa por las turbinas de la represa de Itaipú y al pasar unos kilómetros más abajo, por la desembocadura del Uruguaí, con sus aguas también embalsadas y turbinadas por la represa cercana; con las inmensas forestaciones que reemplazaron al bosque nativo para alimentar las dos grandes papeleras próximas a El Dorado y Puerto Piraí, bajo cuyas instalaciones se pasa; con el gigantesco embalse de la represa de Yaciretá y su gran muro de hormigón, dolorosa cicatriz de 60 Km. que corta el río de costa a costa; con fábricas de yeso en Piedras Blancas, en Entre Ríos; con la ganadería de Islas; los muelles para embarcar fina arena para vidrios y cristales en La Juanita; los grandes puertos de Barranqueras, Diamante, Santas Fé; la profusión de petroquímicas, puertos, frigoríficos, plantas siderúrgicas, industrias químicas, astilleros, que se suceden desde Puerto Santa Martín hasta Buenos Aires, pasando por San Lorenzo, Rosario, Villa Constitución, San Nicolás, Ramallo, San Pedro, Zárate, Campana, Escobar; los tres puentes que cruzan el río en Posadas, Corrientes y Zárate; la siniestra cúpula que alberga el reactor nuclear de Atucha, en Lima, en la costa misma, y el turismo del Paraná organizado en esa Venecia argentina que es el Delta, desde Escobar hasta San Fernando.
Y, lamentablemente, otro Paraná por el que navegué, es el Paraná devastado. Con su fauna y su vegetación arrasada en todo su curso impiadosamente; con el agua contaminada por residuos cloacales e industriales de todas las ciudades ribereñas y casi todas sus industrias, degradadas por el estancamiento en las casi 40 represas hidroeléctricas que hay en su alto cauce o sus afluentes, agua filtrada y licuada por cientos de turbinas generadoras de electricidad, sangre indispensables para mantener viva nuestra civilización del derroche.
Por último, navegué por el "Paraná amenazado". Amenazado por la catastrófica y definitiva contaminación que se produciría si un hecho fortuito pusiera en contacto el material radiactivo de Atucha I, procesado a pocos metros de la costa del río colosal, que corre a 6 kilómetros por hora en dirección a una de las ciudades más grandes del mundo: Buenos Aires. Amenazado con la construcción de la represa en el Paraná Medio, a sólo 30 kilómetros de la ciudad de Paraná, felizmente suspendida por la unánime oposición de la población…Amenazado con la prosecución de los trabajos para implementar el "Proyecto Hidrovía Artificial Paraná – Paraguay", con sus grandes dragados, enderezamiento de curvas, voladura de lechos rocosos para permitir el paso de grandes buques y trenes de barcazas, alterando gravemente el régimen hidrográfico de ambos ríos, degradando insoportablemente la vida natural y los modos de vida de las poblaciones ribereñas.
La existencia de un "Paraná amenazado" nos dice que aún tiene vigencia el concepto que nos dice que los ríos son sólo agua que corre, que las islas son terrenos baldíos, improductivos, abandonados, llenos de yuyos, bichos y alimañas, que las inundaciones son un error de la naturaleza a corregir, que los lechos son sólo barro, que las profundidades inadecuadas también son equivocaciones a enmendar, y que el agua que pasa sin aprovecharse para producir energía eléctrica es un desperdicio imperdonable.
Debemos comprender que un río produce sin la intervención del hombre, pues en sí mismo es un sistema productivo natural. Gratuita y permanentemente produce vida animal, vida vegetal, energía, agua dulce, oxígeno, cultura y belleza.Y que no es propiedad de quienes hoy vivimos solamente, sino también de las futuras generaciones, y tenemos el deber que nuestro derecho a usarlo no impida a quienes nos seguirán, poder usarlo también.
Pero, creo que es fundamental comprender que el río y la naturaleza toda, debe ser conservada y protegida no sólo porque es útil a nuestra especie sino también porque las formas no humanas de vida, que comparten con nosotros el misterio de la vida, deben ser respetadas por sí mismas.Y es éste situarse el hombre frente a la naturaleza en una relación YO – TÚ y no YO – ELLO, es éste otorgarle una calidad ética superior, quizás la condición indispensable para que el orgulloso ser humano pueda seguir existiendo en el planeta.
Paz, fraternidad y reverencia por la vida, bajo cualquier forma que adopte, como pensaba Albert Schweitzer.
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