Cuando realicé los raids con mis hijos, además del placer de remar y gozar del río, tuve otros objetivos: transmitirles, a través de la experiencia, la posibilidad de vivir y disfrutar la naturaleza sin matar nada, sin cortar nada, sin quemar nada, sin ensuciar nada. De inculcarles una actitud de profundo respeto por todas las formas de vida, actitud que obliga, entre otras cosas, a abandonar nuestros sucesivos campamentos (uno distinto cada noche) sin que se note nuestro paso por allí.
Lo habitual es encontrar, donde hubo alguien acampando, restos de animales, árboles con el tronco quemado, ramas cortadas, restos de fogatas, a veces aún con brasas ardiendo, arboles lastimados por machetazos y basura, basura, mucha basura. Todos signos evidentes del paso de "Porcus bípedus".
Así es que fué nuestra costumbre, y lo sigue siendo, por supuesto, no cortar nada, no hacer fuego con leña - llevamos nuestros eficientes calentadores de alcohol - y antes de partir, levantar escrupulosamente toda la basura que hayamos producido en nuestra breve estadía allí. Embolsada, acomodada en algún rincón de la popa, nos acompañaba hasta llegar a algún puerto, prefectura, club o camping, donde pudieramos depositarla en un cesto. Desde yá, como la mayor parte de las veces pasaban varios días hasta poder desprendernos de ella, las bolsitas de basura se acumulaban demasiado.
En ocasión del raid desde Puerto Iguazú al Puerto de Buenos Aires con Julia, de 11 años, mi hijo Lucio, ya de 17 años, se encontraba integrando el Seleccionado Argentino Juvenil de Canotaje, con el que tuvo la experiencia magnífica de representar, y muy bien, a nuestro país en Holanda, España, México, Cuba y Brasil.Y se encontraaba viviendo en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD) en Capital Federal, pero entrenaban en el Club Náutico Hacoaj, en Tigre, sobre el río Reconquista, que cedía sus instalaciones a la Federación Argentina de Canotaje.
La última noche en el río Paraná, ya terminando el raid de 30 días y 2000 kilómetros, lo pasamos con Julia en la Prefectura de Dique Luján. A la mañana, al zarpar, nos propusimos entrar por el Reconquista, hasta el Hacoaj, saludar a Lucio que estaría allí entrenando y luego seguir hasta el Club Náutico San Fernando, donde termina el Paraná y empieza el Río de la Plata.
Así lo hizimos y para el que no lo sabe, el Reconquista en Tigre, de estrecho cauce, es donde está el puerto fluvial de pasajeros y es un continuo ir y venir de lanchas de pasajeros, catamaranes con turistas, embarcaciones particulares que llevan y traen gente y mercadería a las islas del Delta, lanchas de la policía de Buenos Aires, lanchas sanitarias, embarcaciones deportivas, en fin, un tránsito intenso. Desacostumbrados, nos sentíamos como si estuvieramos en una bicicleta a contramano en el Acceso Norte en una hora pico.
Pero llegamos al embarcadero del Hacoaj, que está pasando por debajo de los puentes de la Estación fluvial, unos centenares de metros aguas arriba.
Efectivamente, estaba Lucio preparándose con todos los palistas del Seleccionado Juvenil y del mayor, para salir a remar al río Luján. Abrazos, besos, reproche del dirigente deportivo de los seleccionados, pues Lucio, excesivament modesto, no les había avisado que eran su padre y hermana quienes venían de Iguazú, como estaba informando desde hacia unos días radio Mitre.
Cuando quedamos solos, le pregunto donde podía tirar la basura que traíamos y nos habíamos olvidado de tirar en la Prefectura de Dique Luján.
Y me dice: "Tirala al río", con un gesto resignado.
Respuesta insólita para quien había navegado conmigo de Puerto Iguazú a Villa Constitución, de Rosario a Victoria, de Goya a Paraná y de Goya Santa Fe, recibiendo mis enseñanzas sobre el respeto al río.
Pero lo que dijo después me tranquilizó, al menos, con respecto a su actitud:
"Tirála al río, porque cuando levantan la basura de los cestos, los empleados la tiran al río"
Y bueno ... es lo que tenemos.
Lo habitual es encontrar, donde hubo alguien acampando, restos de animales, árboles con el tronco quemado, ramas cortadas, restos de fogatas, a veces aún con brasas ardiendo, arboles lastimados por machetazos y basura, basura, mucha basura. Todos signos evidentes del paso de "Porcus bípedus".
Así es que fué nuestra costumbre, y lo sigue siendo, por supuesto, no cortar nada, no hacer fuego con leña - llevamos nuestros eficientes calentadores de alcohol - y antes de partir, levantar escrupulosamente toda la basura que hayamos producido en nuestra breve estadía allí. Embolsada, acomodada en algún rincón de la popa, nos acompañaba hasta llegar a algún puerto, prefectura, club o camping, donde pudieramos depositarla en un cesto. Desde yá, como la mayor parte de las veces pasaban varios días hasta poder desprendernos de ella, las bolsitas de basura se acumulaban demasiado.
En ocasión del raid desde Puerto Iguazú al Puerto de Buenos Aires con Julia, de 11 años, mi hijo Lucio, ya de 17 años, se encontraba integrando el Seleccionado Argentino Juvenil de Canotaje, con el que tuvo la experiencia magnífica de representar, y muy bien, a nuestro país en Holanda, España, México, Cuba y Brasil.Y se encontraaba viviendo en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD) en Capital Federal, pero entrenaban en el Club Náutico Hacoaj, en Tigre, sobre el río Reconquista, que cedía sus instalaciones a la Federación Argentina de Canotaje.
La última noche en el río Paraná, ya terminando el raid de 30 días y 2000 kilómetros, lo pasamos con Julia en la Prefectura de Dique Luján. A la mañana, al zarpar, nos propusimos entrar por el Reconquista, hasta el Hacoaj, saludar a Lucio que estaría allí entrenando y luego seguir hasta el Club Náutico San Fernando, donde termina el Paraná y empieza el Río de la Plata.
Así lo hizimos y para el que no lo sabe, el Reconquista en Tigre, de estrecho cauce, es donde está el puerto fluvial de pasajeros y es un continuo ir y venir de lanchas de pasajeros, catamaranes con turistas, embarcaciones particulares que llevan y traen gente y mercadería a las islas del Delta, lanchas de la policía de Buenos Aires, lanchas sanitarias, embarcaciones deportivas, en fin, un tránsito intenso. Desacostumbrados, nos sentíamos como si estuvieramos en una bicicleta a contramano en el Acceso Norte en una hora pico.
Pero llegamos al embarcadero del Hacoaj, que está pasando por debajo de los puentes de la Estación fluvial, unos centenares de metros aguas arriba.
Efectivamente, estaba Lucio preparándose con todos los palistas del Seleccionado Juvenil y del mayor, para salir a remar al río Luján. Abrazos, besos, reproche del dirigente deportivo de los seleccionados, pues Lucio, excesivament modesto, no les había avisado que eran su padre y hermana quienes venían de Iguazú, como estaba informando desde hacia unos días radio Mitre.
Cuando quedamos solos, le pregunto donde podía tirar la basura que traíamos y nos habíamos olvidado de tirar en la Prefectura de Dique Luján.
Y me dice: "Tirala al río", con un gesto resignado.
Respuesta insólita para quien había navegado conmigo de Puerto Iguazú a Villa Constitución, de Rosario a Victoria, de Goya a Paraná y de Goya Santa Fe, recibiendo mis enseñanzas sobre el respeto al río.
Pero lo que dijo después me tranquilizó, al menos, con respecto a su actitud:
"Tirála al río, porque cuando levantan la basura de los cestos, los empleados la tiran al río"
Y bueno ... es lo que tenemos.
que verdad lo de tirar al rio las basuras ...como si nunca tuvieramos que pagar ese herror...a veces me da pena mirar el pequeño arroyito que cruza cerca de mi barrio...todas sus orillas tienen bolsas ahderidas a sus barrancos....lamentable..
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