(Ocurrida en la travesía "Paraná - Rosario - Paraná", en la piragua "Iguazú", en enero de ... hace muchos, muchos años, ya regresando de Rosario, remando río arriba)
----.----
"Las aguas marrones del Paraná
traen tu nombre en un rayo de luna,
hasta lo profundo de mi corazón,
que en la otra orilla, mira y recuerda ..."
----.----
La Niña del Agua quiere volar en un rayo de luna ... la Niña quiere y no puedo decirle que no...
Ese día navegamos solo por la mañana, pues el viento y sus marejadas nos cansaron.
Ese día descansamos, desde el mediodía en una isla de arena y sauces, y al atardecer estamos descansados y llenos de energía.
Sentados en la playa, contemplamos, tras las islas, cruzando el río, acercarse el sol al horizonte. Esperamos el espectáculo del ocaso, cuando todo se serena, se detiene, se calma y el cielo nos aturde con su sinfonía de colores, antes de la oscuridad.
El cielo ... sin nubes.
Pasa, lejano, un remolcador, empujando barcazas río abajo, arrullándonos con el rítmico y distante ruido de sus motores.
La marejada de su paso, sube sobre la arena y moja la piragua dormida en la costa.
La Niña del Agua suspira y susurra su deseo, una vez mas ... y me decide.
Además, es noche de luna llena (1)... la única noche en que estará en el cielo desde la puesta del sol y hasta que éste salga nuevamente.
Miro nuestra modesta nave y la veo como un pez volador ... miro los remos y los veo como sus alas.
Si, Niña, volaremos en un plateado rayo de luna.
Tampoco yo lo hice nunca, de modo que me entusiasmo aún más, y cargamos velozmente la piragua, y llenamos el termo con agua caliente, y dejamos a mano el mate, la yerba, café, pan, queso, dulce, para alimentarnos, quien sabe donde y a que hora ... y nos abrazamos, felices por la decisión y nos decimos: ¡ hasta el puerto de Diamante ! o hasta que amanezca ... cuando la luna se vaya.
Con el último rayito de sol empezamos a remar río arriba, dibujando la costa, pegados a la orilla, donde la correntada afloja un poco.
A la luna todavía no la vemos, pero sí la presentimos, tras los árboles de la isla por la que estamos pasando, tras los cuales se insinúa su luz, entre la filigrana de las ramas.
La Niña del Agua rema con vigor. Desde mi lugar veo su cuerpito diminuto y su cabellera negra y sus frágiles bracitos empuñando, decidida e intrépida, su remo. Una oleada de ternura me inunda y me pregunto cuando se cansará... ¿quizás dentro de los próximos diez minutos ?
Ya el sol y su claridad es solo un recuerdo. La noche en su plenitud nos rodea, pero nos adaptamos a ella y, cada vez más, comenzamos a distinguir las islas, los obstáculos en el agua, frente a nosotros, los árboles y todo se va impregnando de la helada luz lunar, que convierte al paisaje en algo fantasmal, extraño, pero de una hermosura que nos abruma.
Remamos sin hablar. Veo solo su silueta en la proa ... pero siento el temblor de su emoción ante tanta belleza.
La Niña del Agua, siempre lo presentí, está loca de amor por el río ... y en esta noche fantástica está consumando su amor ... no me lo dice, pero lo sé, lo percibo y soy feliz.
Las horas se suceden. Ya la luna domina el cielo ... inmensa ... redonda ... una verdadera reina de la noche.
Nuestros ojos, acostumbrados ya totalmente a la oscuridad, ven como si fuera de día ... o casi.
El río marrón es ahora plata derretida ... sí, estamos navegando en un rayo de luna.
O volando, pues hemos perdido la noción de donde estamos, del arriba y del abajo y creemos flotar en una esfera llena de sombra y plata y río y silencio y un cielo estrellado que nos envuelve ... una extraña y placentera sensación de ingravidez.
La Niña del Agua observa que la luz de luna hace palidecer las estrellas, y con su voz, que suena cálida y sobrenatural entre tanto silencio y oscuridad ,me dice que también las noches sin luna son bellas pues las estrellas pueden brillar con todo su esplendor ...y el tema nos ocupa largo rato.
Soy tan feliz, somos tan felices, que las horas pasan, sin darnos cuenta que estamos remando sin detenernos, remontando el gran Paraná, venciendo su correntada.
Pasada la medianoche nos detenemos en un diminuto banco de arena, nos estiramos para desentumecernos, después de tantas horas de duro remar y, sentados sobre una lona, comemos algo y tomamos un café que nos cae de maravillas.
Desde el norte, lejano, el retumbar del motor de un barco, un empuje quizás, que no vemos, pero al que cruzaremos en algún momento, pues viene hacia nosotros.
Las lejanas luces verdes y rojas de las balizas que indican el canal de navegación, prendiéndose y apagándose, agregan misterio y belleza a nuestra fascinante aventura.
Seguimos remando, y su inmovilidad y silencio me dicen que la Niña se ha dormido. Observo con atención y veo que se ha acomodado, pues sus piecitos cuelgan desde el bauprés, fuera del bote, casi rozando el agua. Trato de remar haciendo el menor ruido posible ... trato que la piragua no haga movimientos bruscos. Debo proteger su sueño, pues es pequeña y frágil y está cansada de tantas horas de remo. Y con seguridad, está embriagada de tanta belleza, Me imagino que sueña que es un bello insecto volando hacia la luna y me sonrío ... silenciosamente, para no perturbar su sueño.
Las horas se suceden, monótonas. El cansancio, aún lejano, al menos para mí, se insinúa. Yo, excesivo en todo, disfruto de este exceso, de esta orgía de esfuerzo en la noche oscura.
La Niña del Agua se excita ante algo que ve a lo lejos. Dejo de ver su oscura "cabellera de escamas" y veo su rostro, o lo adivino. Me señala unas manchas blancas, sobre la costa, bastante adelante de nosotros. Pero no hay que preocuparse. Son solo flores que se abren de noche. Al pasar junto a ellas, las saludamos.
Las luces de Diamante parecen no acercarse nunca. Ya van unas siete horas de continuo remar. Y justo ahora la corriente se hace mas fuerte. Tanto, que debo exigirle a la Niña que reme con fuerzas.
Obediente, me ayuda a vencer la correntada, especialmente intensa en este tramo.
Ya pasaron las tres de la mañana. La luna, que nos iluminó desde el este, y luego desde el cenit, nos alumbra ahora desde el oeste. La costa pegada a la cual remamos, comienza a iluminarse y nos deja distinguir los detalles.
Dejamos atrás el paisaje de islas y aparecen las barrancas, que nos dicen que nuestro lugar de destino se acerca.
En algún momento pasaremos bajo la barranca de "Punta Gorda" (2). Si prestamos atención, quizás escuchemos el ruido " de corceles y de aceros " de Urquiza y su Ejército Grande, cruzando hacia la costa santafesina. Lo pienso y quiero creerlo, pero no me animo a compartirlo con la Niña, pues presumo que no está de humor y me puede contestar: " no digas pelotudeces a esta hora y en esta situación ".
Empiezan los signos de vida humana, aún dormida. Ranchos oscuros y canoas silenciosas, pasan a nuestro costado. De vez en cuando, algún candil y algún fogoncito madrugador. Los suburbios costeros del sur de Diamante.
De pronto, la Niña del Agua se altera, se crispa, quiere bajar, acampar allí, ya, dice que Diamante nunca aparecerá, que no existe, que nunca amanecerá, que nuestro remar y remar no tendrá fin ... Debo calmarla, sin dejar de remar ... y lo logro.
Al fin, al doblar una punta de barranca, repentinamente, a los lejos, las construcciones y las luces del puerto de Diamante.
A nuestra izquierda, una inmensa luna llena, ya toca la oscura silueta de las islas lejanas, al otro lado del río ... luce amarilla y cansada, como nosotros.
Sobre las altas barrancas entrerrianas, una tenue, muy tenue claridad anuncia un sol aún lejano.
Pasamos junto a los muelles del puerto, tratando que no se note nuestro paso, para no alertar a Prefectura, que nos prohíbe la navegación nocturna y no entiende de poéticas razones.
Al fin, la costa del Club Náutico, donde levantamos nuestro carpa y donde, al acostarnos nos dormimos de inmediato, agotados y embriagados de luz de luna.
Notas:
(1) La "noche de luna llena" es una sola. Es la única noche en que la luna está en el cielo desde la puesta del sol hasta que vuelva a aparecer al día siguiente. En las noches subsiguientes, va demorando cada vez más para salir después de la puesta del sol, por lo que comienza a haber al caer la noche un período de oscuridad absoluta, que se va agrandando cada vez mas. Así fué que, en ocasión de los hechos que estoy relatando, nos quedamos dos días acampando en el Náutico Diamante. Al caer la tarde del segundo, nos preparamos para volver a navegar de noche, con la luna, pensando en amanecer en La Juanita o mas allá aún. Empezamos a remar con la última luz de la tarde, llegó la noche ... y la luna no apareció. Lo hizo una o dos horas después ( si no recuerdo mal, pues esto ocurrió a principios de la década del 2000 ). Pudimos llegar al balneario de Valle María, en la oscuridad y ahí pernoctamos en la playa, sin levantar la carpa. Y los dos días que nos faltaban para llegar a Paraná ¡ los hicimos de día !
(2) Punta Gorda. Para los que no son de esta zona y para aquellos que han olvidado algo la historia patria, quiero recordarles que Punta Gorda, una alta barranca sobre el río, actualmente en los suburbios del sur de la ciudad de Diamante, fué el lugar en el que Urquiza cruzó en 1851 con su "Ejército Grande" hasta la costa santafesina ( actual ciudad de Coronda ). Desde allí marchó hasta Buenos Aires para derrocar a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros.
Ese día navegamos solo por la mañana, pues el viento y sus marejadas nos cansaron.
Ese día descansamos, desde el mediodía en una isla de arena y sauces, y al atardecer estamos descansados y llenos de energía.
Sentados en la playa, contemplamos, tras las islas, cruzando el río, acercarse el sol al horizonte. Esperamos el espectáculo del ocaso, cuando todo se serena, se detiene, se calma y el cielo nos aturde con su sinfonía de colores, antes de la oscuridad.
El cielo ... sin nubes.
Pasa, lejano, un remolcador, empujando barcazas río abajo, arrullándonos con el rítmico y distante ruido de sus motores.
La marejada de su paso, sube sobre la arena y moja la piragua dormida en la costa.
La Niña del Agua suspira y susurra su deseo, una vez mas ... y me decide.
Además, es noche de luna llena (1)... la única noche en que estará en el cielo desde la puesta del sol y hasta que éste salga nuevamente.
Miro nuestra modesta nave y la veo como un pez volador ... miro los remos y los veo como sus alas.
Si, Niña, volaremos en un plateado rayo de luna.
Tampoco yo lo hice nunca, de modo que me entusiasmo aún más, y cargamos velozmente la piragua, y llenamos el termo con agua caliente, y dejamos a mano el mate, la yerba, café, pan, queso, dulce, para alimentarnos, quien sabe donde y a que hora ... y nos abrazamos, felices por la decisión y nos decimos: ¡ hasta el puerto de Diamante ! o hasta que amanezca ... cuando la luna se vaya.
Con el último rayito de sol empezamos a remar río arriba, dibujando la costa, pegados a la orilla, donde la correntada afloja un poco.
A la luna todavía no la vemos, pero sí la presentimos, tras los árboles de la isla por la que estamos pasando, tras los cuales se insinúa su luz, entre la filigrana de las ramas.
La Niña del Agua rema con vigor. Desde mi lugar veo su cuerpito diminuto y su cabellera negra y sus frágiles bracitos empuñando, decidida e intrépida, su remo. Una oleada de ternura me inunda y me pregunto cuando se cansará... ¿quizás dentro de los próximos diez minutos ?
Ya el sol y su claridad es solo un recuerdo. La noche en su plenitud nos rodea, pero nos adaptamos a ella y, cada vez más, comenzamos a distinguir las islas, los obstáculos en el agua, frente a nosotros, los árboles y todo se va impregnando de la helada luz lunar, que convierte al paisaje en algo fantasmal, extraño, pero de una hermosura que nos abruma.
Remamos sin hablar. Veo solo su silueta en la proa ... pero siento el temblor de su emoción ante tanta belleza.
La Niña del Agua, siempre lo presentí, está loca de amor por el río ... y en esta noche fantástica está consumando su amor ... no me lo dice, pero lo sé, lo percibo y soy feliz.
Las horas se suceden. Ya la luna domina el cielo ... inmensa ... redonda ... una verdadera reina de la noche.
Nuestros ojos, acostumbrados ya totalmente a la oscuridad, ven como si fuera de día ... o casi.
El río marrón es ahora plata derretida ... sí, estamos navegando en un rayo de luna.
O volando, pues hemos perdido la noción de donde estamos, del arriba y del abajo y creemos flotar en una esfera llena de sombra y plata y río y silencio y un cielo estrellado que nos envuelve ... una extraña y placentera sensación de ingravidez.
La Niña del Agua observa que la luz de luna hace palidecer las estrellas, y con su voz, que suena cálida y sobrenatural entre tanto silencio y oscuridad ,me dice que también las noches sin luna son bellas pues las estrellas pueden brillar con todo su esplendor ...y el tema nos ocupa largo rato.
Soy tan feliz, somos tan felices, que las horas pasan, sin darnos cuenta que estamos remando sin detenernos, remontando el gran Paraná, venciendo su correntada.
Pasada la medianoche nos detenemos en un diminuto banco de arena, nos estiramos para desentumecernos, después de tantas horas de duro remar y, sentados sobre una lona, comemos algo y tomamos un café que nos cae de maravillas.
Desde el norte, lejano, el retumbar del motor de un barco, un empuje quizás, que no vemos, pero al que cruzaremos en algún momento, pues viene hacia nosotros.
Las lejanas luces verdes y rojas de las balizas que indican el canal de navegación, prendiéndose y apagándose, agregan misterio y belleza a nuestra fascinante aventura.
Seguimos remando, y su inmovilidad y silencio me dicen que la Niña se ha dormido. Observo con atención y veo que se ha acomodado, pues sus piecitos cuelgan desde el bauprés, fuera del bote, casi rozando el agua. Trato de remar haciendo el menor ruido posible ... trato que la piragua no haga movimientos bruscos. Debo proteger su sueño, pues es pequeña y frágil y está cansada de tantas horas de remo. Y con seguridad, está embriagada de tanta belleza, Me imagino que sueña que es un bello insecto volando hacia la luna y me sonrío ... silenciosamente, para no perturbar su sueño.
Las horas se suceden, monótonas. El cansancio, aún lejano, al menos para mí, se insinúa. Yo, excesivo en todo, disfruto de este exceso, de esta orgía de esfuerzo en la noche oscura.
La Niña del Agua se excita ante algo que ve a lo lejos. Dejo de ver su oscura "cabellera de escamas" y veo su rostro, o lo adivino. Me señala unas manchas blancas, sobre la costa, bastante adelante de nosotros. Pero no hay que preocuparse. Son solo flores que se abren de noche. Al pasar junto a ellas, las saludamos.
Las luces de Diamante parecen no acercarse nunca. Ya van unas siete horas de continuo remar. Y justo ahora la corriente se hace mas fuerte. Tanto, que debo exigirle a la Niña que reme con fuerzas.
Obediente, me ayuda a vencer la correntada, especialmente intensa en este tramo.
Ya pasaron las tres de la mañana. La luna, que nos iluminó desde el este, y luego desde el cenit, nos alumbra ahora desde el oeste. La costa pegada a la cual remamos, comienza a iluminarse y nos deja distinguir los detalles.
Dejamos atrás el paisaje de islas y aparecen las barrancas, que nos dicen que nuestro lugar de destino se acerca.
En algún momento pasaremos bajo la barranca de "Punta Gorda" (2). Si prestamos atención, quizás escuchemos el ruido " de corceles y de aceros " de Urquiza y su Ejército Grande, cruzando hacia la costa santafesina. Lo pienso y quiero creerlo, pero no me animo a compartirlo con la Niña, pues presumo que no está de humor y me puede contestar: " no digas pelotudeces a esta hora y en esta situación ".
Empiezan los signos de vida humana, aún dormida. Ranchos oscuros y canoas silenciosas, pasan a nuestro costado. De vez en cuando, algún candil y algún fogoncito madrugador. Los suburbios costeros del sur de Diamante.
De pronto, la Niña del Agua se altera, se crispa, quiere bajar, acampar allí, ya, dice que Diamante nunca aparecerá, que no existe, que nunca amanecerá, que nuestro remar y remar no tendrá fin ... Debo calmarla, sin dejar de remar ... y lo logro.
Al fin, al doblar una punta de barranca, repentinamente, a los lejos, las construcciones y las luces del puerto de Diamante.
A nuestra izquierda, una inmensa luna llena, ya toca la oscura silueta de las islas lejanas, al otro lado del río ... luce amarilla y cansada, como nosotros.
Sobre las altas barrancas entrerrianas, una tenue, muy tenue claridad anuncia un sol aún lejano.
Pasamos junto a los muelles del puerto, tratando que no se note nuestro paso, para no alertar a Prefectura, que nos prohíbe la navegación nocturna y no entiende de poéticas razones.
Al fin, la costa del Club Náutico, donde levantamos nuestro carpa y donde, al acostarnos nos dormimos de inmediato, agotados y embriagados de luz de luna.
---- . ----
Notas:
(1) La "noche de luna llena" es una sola. Es la única noche en que la luna está en el cielo desde la puesta del sol hasta que vuelva a aparecer al día siguiente. En las noches subsiguientes, va demorando cada vez más para salir después de la puesta del sol, por lo que comienza a haber al caer la noche un período de oscuridad absoluta, que se va agrandando cada vez mas. Así fué que, en ocasión de los hechos que estoy relatando, nos quedamos dos días acampando en el Náutico Diamante. Al caer la tarde del segundo, nos preparamos para volver a navegar de noche, con la luna, pensando en amanecer en La Juanita o mas allá aún. Empezamos a remar con la última luz de la tarde, llegó la noche ... y la luna no apareció. Lo hizo una o dos horas después ( si no recuerdo mal, pues esto ocurrió a principios de la década del 2000 ). Pudimos llegar al balneario de Valle María, en la oscuridad y ahí pernoctamos en la playa, sin levantar la carpa. Y los dos días que nos faltaban para llegar a Paraná ¡ los hicimos de día !
(2) Punta Gorda. Para los que no son de esta zona y para aquellos que han olvidado algo la historia patria, quiero recordarles que Punta Gorda, una alta barranca sobre el río, actualmente en los suburbios del sur de la ciudad de Diamante, fué el lugar en el que Urquiza cruzó en 1851 con su "Ejército Grande" hasta la costa santafesina ( actual ciudad de Coronda ). Desde allí marchó hasta Buenos Aires para derrocar a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros.
Comentarios
Publicar un comentario