Cuando estaba promediando los años de la secundaria, aprendí a remar.
Con tres o cuatro amigos de entonces, de mi misma edad, todos socios del Parana Rowing Club, una tarde sacamos una de las canoas de madera que el club tenía para los socios. No recuerdo como sorteamos la exigencia del encargado de los botes de tener el carnet firmado por el Comodoro atestiguando nuestra pericia en la actividad. Pero si,curiosamente, recuerdo el numero que identificaba a esa canoa: el 10.
Para novatos totales, salir de la playa del club ofrecía dificultades considerables: el famoso remanso del Rowing, casi pegado a la playa, que nos llevaba corriente arriba y luego, con fuerza nos hacía girar rio abajo y nos tiraba hacia el centro del rio. Lo conociamos bien, pues, buenos nadadores, era la diversión obligada en las tardes del verano.
Pero con la pesada canoa fue otra cosa y apenas salidos de la playa ya estabamos girando en el remanso sin poder dirigirla.
Como pudimos regresamos a la playa, preocupados, pues ese asunto de remar se estaba haciendo mas complicado de lo previsto.
Además, en esa época, superado el remanso, río arriba, estaba el Yatch Club y frente a el estaban fondeados numerosos yates, lo que exigiría maniobras certeras para pasar entre ellos.
Evaluando esta situacion estabamos, cuando se nos apersonó un muchacho,unos cinco años mayor que nosotros - diferencia muy grande para esa edad - a quien conocíamos como el "Oso" - uso un nombre ficticio-, a quien nunca habíamos tratado, pero que conocíamos por integrar las tripulaciones de remo de competencia del Club, a quienes todos los mas chicos mirabamos con respeto y admiracion.
Había observado, desde la costa, nuestra breve y accidentada navegación y gentilmente nos transmitió los conocimientos básicos de la técnica del remo, en forma teórica y práctica.
Provisto de estas instrucciones nos lanzamos nuevamente al remanso y luego de superarlo pasamos exitosamente la carrera de obstáculos de los barquitos fondeados y, eufóricos,a partir de ese día, seguimos remando en las canoas y luego en todos los hermosos botes de madera barnizada del club... los simples con asiento corredizo, los dobles con timonel, los kayaks abiertos, tambien de madera ... Y en mi caso, no deje de remar hasta ahora.
Bien. Hace unos pocos años atrás, en un evento social, conozco un matrimonio y el esposo me sorprende diciéndome que me admiraba y envidiaba, pues conocía, a través de los diarios, los raids numerosos que yo habia realizado. En ese entonces, y sobre todo cuando realizé las travesías con mis hijos, tuvieron mucha difusión. Por ejemplo "Puerto Iguazu - Puerto de Buenos Aires", con Julia, de solo 11 años, fue seguido en todo su trayecto por "El Diario" de Parana y nuestro paso por esa ciudad, donde vivíamos, fue noticia para la televisión de entonces. Bueno, este señor me aclara que el remó en su juventud y que siempre, por supuesto le gustó ese deporte y que las travesías que yo hacía eran un deseo insatisfecho.
Mientras hablaba,mi memoria fue rescatando recuerdos y lo fuí ubicando: era el "Oso", quien, por supuesto no me recordaba, pues nunca, en realidad, me había conocido.
Entonces, le dije:
- Te voy a decir algo que te va a sorprender. Sabes quien me enseño a remar?
Y ante su sorpresa y respuesta negativa, le digo:
- Vos, en el Rowing, alla por 1961 ... y se vé que me enseñastes bien , no?
Que más puedo decir ... nos emocionamos, mucho, los dos.
Con tres o cuatro amigos de entonces, de mi misma edad, todos socios del Parana Rowing Club, una tarde sacamos una de las canoas de madera que el club tenía para los socios. No recuerdo como sorteamos la exigencia del encargado de los botes de tener el carnet firmado por el Comodoro atestiguando nuestra pericia en la actividad. Pero si,curiosamente, recuerdo el numero que identificaba a esa canoa: el 10.
Para novatos totales, salir de la playa del club ofrecía dificultades considerables: el famoso remanso del Rowing, casi pegado a la playa, que nos llevaba corriente arriba y luego, con fuerza nos hacía girar rio abajo y nos tiraba hacia el centro del rio. Lo conociamos bien, pues, buenos nadadores, era la diversión obligada en las tardes del verano.
Pero con la pesada canoa fue otra cosa y apenas salidos de la playa ya estabamos girando en el remanso sin poder dirigirla.
Como pudimos regresamos a la playa, preocupados, pues ese asunto de remar se estaba haciendo mas complicado de lo previsto.
Además, en esa época, superado el remanso, río arriba, estaba el Yatch Club y frente a el estaban fondeados numerosos yates, lo que exigiría maniobras certeras para pasar entre ellos.
Evaluando esta situacion estabamos, cuando se nos apersonó un muchacho,unos cinco años mayor que nosotros - diferencia muy grande para esa edad - a quien conocíamos como el "Oso" - uso un nombre ficticio-, a quien nunca habíamos tratado, pero que conocíamos por integrar las tripulaciones de remo de competencia del Club, a quienes todos los mas chicos mirabamos con respeto y admiracion.
Había observado, desde la costa, nuestra breve y accidentada navegación y gentilmente nos transmitió los conocimientos básicos de la técnica del remo, en forma teórica y práctica.
Provisto de estas instrucciones nos lanzamos nuevamente al remanso y luego de superarlo pasamos exitosamente la carrera de obstáculos de los barquitos fondeados y, eufóricos,a partir de ese día, seguimos remando en las canoas y luego en todos los hermosos botes de madera barnizada del club... los simples con asiento corredizo, los dobles con timonel, los kayaks abiertos, tambien de madera ... Y en mi caso, no deje de remar hasta ahora.
Bien. Hace unos pocos años atrás, en un evento social, conozco un matrimonio y el esposo me sorprende diciéndome que me admiraba y envidiaba, pues conocía, a través de los diarios, los raids numerosos que yo habia realizado. En ese entonces, y sobre todo cuando realizé las travesías con mis hijos, tuvieron mucha difusión. Por ejemplo "Puerto Iguazu - Puerto de Buenos Aires", con Julia, de solo 11 años, fue seguido en todo su trayecto por "El Diario" de Parana y nuestro paso por esa ciudad, donde vivíamos, fue noticia para la televisión de entonces. Bueno, este señor me aclara que el remó en su juventud y que siempre, por supuesto le gustó ese deporte y que las travesías que yo hacía eran un deseo insatisfecho.
Mientras hablaba,mi memoria fue rescatando recuerdos y lo fuí ubicando: era el "Oso", quien, por supuesto no me recordaba, pues nunca, en realidad, me había conocido.
Entonces, le dije:
- Te voy a decir algo que te va a sorprender. Sabes quien me enseño a remar?
Y ante su sorpresa y respuesta negativa, le digo:
- Vos, en el Rowing, alla por 1961 ... y se vé que me enseñastes bien , no?
Que más puedo decir ... nos emocionamos, mucho, los dos.
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