Finalmente, el 7 de mayo, a las 18 horas llegamos a la desierta playa de la ciudad de Santo Tomé, culminando así 2200 kilómetros remados desde Corumbá.
Esta última etapa la iniciamos el jueves 25 de abril, desde el Club Yapú Guazú, de Puerto Antequera, Barranqueras, Chaco (km 1200) y la cubrimos en 10 días netos de remo, a los que le sumamos 3 días en que no navegamos, 2, 3 y 4 de mayo, por tormentas y fuerte viento sur.
Esos días estuvimos en un buen lugar, levantando nuestra carpa en la isla entrerriana Curuzú Chalí, frente a la desembocadura del Ingacito-Guayquiraró, límite de las provincias de Corrientes y Entre Ríos.
El primer día empezamos a remar a las 11 y acampamos en una isla a 10 kilometros arriba de Empedrado.
El viernes 26, pasamos Empedrado a la mañana y acampamos unos 20 kms arriba de Bella Vista.
El sábado 27, pasamos Bella Vista al mediodía y acampamos unos 20 kms abajo, en una isla.
El domingo 28 llegamos a Goya, la pasamos unos kilómetros y acampamos en el Destacamento de Prefectura Goya a la salida del riacho Goya.
El lunes 29 acampamos en el riacho Naranjaí, unos 40 kms arriba de Esquina.
El martes 30 pasamos Esquina y acampamos unos 5 kilómetros abajo.
El miércoles 1ro. de mayo, amaneció con lluvias y tormentas eléctricas. Igualmente navegamos todo el día, y acampamos en la Curuzú Chalí, frente a la boca del Ingacito-Guayquiraró.
El jueves, viernes 3 y sábado 4, detenidos en el mismo lugar pues la tormenta del 1ro. continuó con fuerte viento sur.
El domingo 5, pasamos La Paz, a las 12,30 y a las 16 estabamos levantando la carpa al lado del kayak, en el solitario camping privado de Santa Elena, sobre el río.
El lunes 6, pasamos Hernandarias al mediodía, luego, Brugo y Curtiembre y acampamos en costa entrerriana a 10 kilómetros arriba de el Cerro.
Y el martes 7, ansiosos de llegar, remamos a muy buen ritmo, pasando frente a Paraná a las 13. A las 16 entrábamos al canal de acceso al puerto de Santa Fé, en el Colastiné, donde nos esperó, a pedido nuestro, un guardacostas de Prefectura Santa Fé, que nos acompañó, por razones de seguridad, hasta la boca de el Salado. Desde allí una remadita de unos 4 kilómetros río arriba, hasta la playa de Santo Tomé.
La única presencia allí, mi hija Julia, quien había llegado desde Paraná a esperarnos y darnos la bienvenida y que fué muy útil para ayudarnos a descargar y llevar todo a nuestra casa.
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