Las únicas ocasiones en que me subo al kayak es en ocasión de las travesías.
Una de las razones de no salir a remar excepto en esas ocasiones es el hecho de guardar los botes en mi casa y llevarlo al agua por unas pocas horas es mucho esfuerzo por poco.
Existe la posibilidad de guardarlos en algún club ribereño, lo que facilita salir a remar, como de hecho lo hice por años, en Estudiantes, Rowing y la legenderia Escuela de Canotaje, la Ecenaa, todos en Paraná, y en Regatas, Excursionistas y la Asociación Santafesina de Piragüas, en Santa Fé, pero actualmente, por variadas razones, tengo los botes en mi hogar.
De cualquier manera, cuando emprendo un raid, estoy en muy buenas condiciones físicas y con el entrenamiento necesario para soportar durante semanas y semanas jornadas de 6 a 8 horas de remo, durmiendo en campamentos que debo armar y desarmar todos los días.
Esa condición la logro con mi concurrencia metódica al gimnasio donde hago una rutina de aparatos dirigida por profesionales, que me insume unos 90 minutos, complementada con ejercicios aérobicos - escalador, elíptico, cinta - durante 45 a 60 minutos más. Con una frecuencia de 3 o 4 veces por semanas.
Además, cuando puedo salgo a correr, nunca menos de una hora y a bicicletear, nunca menos de 50 kilómetros.
Y ahora quiero compartir tres ideas que me ayudan a entrenar y a superar los "bajones" que uno a veces, indefectiblemente tiene.
Uno, es la repetición, maniática, en los "momentos críticos", de la frase: "si el cerebro quiere, el cuerpo puede". Me da resultados cuando en un trote o andando en bicicleta en la ruta tengo ganas de abandonar.
Las otras dos ideas son frases, una que figura en algunos polígonos de las fuerzas armadas o de seguridad. La otra, se atribuye al ámbito de entrenamiento de los ejércitos de la Roma clásica.
La primera: "El sudor derramado en el polígono de tiro, es sangre ahorrada en el combate"
La segunda: "Que el entrenamiento sea tan duro como el combate, para que el combate sea liviano como un entrenamiento"
Estas ideas, adaptadas a la realidad de las travesías, donde el combate consiste en avanzar entre 50 y 90 kilómetros todos los días, me ayudan en el gimnasio.
Todo esto que comento también lo hace Cristina, con quien hemos remado tantos miles de kilómetros.
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